Qué es la inteligencia emocional y cómo enseñar a los más pequeños a desarrollarla

Probablemente hayas escuchado hablar de la inteligencia emocional y de los múltiples beneficios que tiene para la salud tanto infantil como en la edad adulta. Pero, ¿qué es realmente?


La Inteligencia Emocional (IE), popularizada por el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, se trata de un constructo que nos ayuda a entender de qué manera podemos influir de un modo adaptativo e inteligente tanto sobre nuestras emociones como en nuestra interpretación de los estados emocionales de los demás. Sus elementos básicos son el autoconocimiento o autoconsciencia emocional, la autorregulación, la automotivación, las habilidades sociales y el reconocimiento de las emociones de los demás o empatía. Este tipo de inteligencia cuenta además con evidencias empíricas, se basa tanto en la observación del funcionamiento del cerebro como en información obtenida mediante la psicometría.

 

Nuestro día a día está lleno de situaciones en las que debemos hacer valoraciones o tomar decisiones en las que van a influir nuestras emociones. Por esta razón, es tan importante conocerlas y aprender a gestionarlas para que no nos jueguen malas pasadas y, cuánto antes empecemos, mejor y más fácil nos resultará.

 

¿Cómo enseñar a los niños a desarrollar su inteligencia emocional?

 

Lo primero que debemos tener en cuenta es que las emociones juegan un papel importantísimo en la toma de decisiones y, por esta razón, es importante conocerlas y aprender a gestionarlas. 

  1. Conoce las emociones básicas y cuáles son sus funciones: no hay emociones malas, todas cumplen un objetivo y son útiles, independientemente de que sean más o menos desagradables. Para identificarlas, podemos ayudarnos de juegos como los que propusimos en esta entrada del blog o libros como el Emocionario de Cristina Núñez Pereira y Rafael Romero Valcárcel. El objetivo es que, a medida que el niño vaya creciendo, vaya identificando y añadiendo emociones a su registro.
  2. Reconocer las emociones: una vez sepamos cuáles son las emociones principales, será más sencillo reconocerlas. Puede ser útil ponerlo en práctica mientras vemos una película (“¿qué emoción crees que siente ese personaje?”) o con juegos de rol. 
  3. Legitimar sus emociones: nuestro papel como adultos es reforzar que ellos expresen sus emociones libremente y nos pidan ayuda para gestionarlas sin miedo a ser juzgados o infravalorados. De esta manera, además, estaremos iniciando el camino hacia el desarrollo de su empatía. Frases como “es normal que te sientas así”, “entiendo lo que puede doler”, “en tu lugar, yo también me sentiría frustrado”… puede servir de apoyo y comprensión en momentos difíciles y les hacemos darse cuenta de la importancia que tiene ponerse en el lugar de la otra persona para comprender sus emociones. 
  4. Autorregulación: entre la emoción y la acción, hay una decisión. Dejarnos llevar por una emoción desagradable puede tener pésimas consecuencias que nos hubiera gustado evitar. Gestionar las emociones para que no nos controlen, aprender a tolerar la frustración y a ser comprensivos con nosotros mismos. Por ejemplo, enseñar a poner en práctica ejercicios de relajación para la ira, técnicas para desahogarse cuando se sienten tristes, etc.
  5. Invítalos a reflexionar sobre las emociones: “¿qué trata de enseñarnos esta emoción?”; “si no me gusta, ¿cómo puedo cambiarla por otra mejor?”, “¿qué hago si me siento así?”... 
  6. Enseñarles a reajustar las emociones cuando éstas no sean adaptativas: una vez más, recurrimos a la empatía para este punto y es que hay ocasiones en las que nuestras emociones deben ser ajustadas a la situación en la que nos encontremos. Por ejemplo, si conseguimos aprobar un examen, pero nuestra amiga no, mostrar alegría no sería lo más oportuno. Tendríamos que aprender a buscar una alternativa para esa emoción ya que, poniéndonos en el lugar de nuestra amiga, ella se sentiría peor.
  7. Comprender por qué ha aparecido esa emoción y hacer cambios o mejoras para el futuro:
    es como la moraleja de un cuento, que viene a explicarnos por qué esa emoción en concreto ha aparecido en esa situación determinada.

Evidentemente, los niños de menor edad apenas podrán poner en práctica más allá de los dos primeros puntos pero la idea es que, a medida que vayan creciendo, puedan ir añadiendo más estrategias a su lista y convertirse en auténticos expertos emocionales.

 

Fuentes: